Andrés Castillo: “En el estudio somos dos humanos encuerando el alma, buscando algo que conecte con alguien allá afuera” [ENTREVISTA]

Andrés Castillo nos comparte su visión sobre la creación musical, la importancia de la humildad y la adaptación en la industria, y cómo el remix de su éxito ‘Vaquero’ celebra la fusión entre la vieja y la nueva escuela del reggaeton.

Andrés Castillo es una figura clave en la historia musical de México, con más de 30 años de trayectoria. Su versatilidad y dedicación como artista, productor, compositor y DJ le han permitido no solo conquistar al público mexicano, sino también internacional. Fundador e integrante del icónico grupo Caló, con el que vendió más de 8 millones de copias, Andrés fue un pionero en la escena urbana mexicana, destacando con éxitos como ‘Vaquero’ y ‘Golosa’, considerados clásicos del reggaeton en México. Además, fue el primer productor en fusionar la cumbia con el reggaeton, como lo demostró con el éxito de ‘La Colegiala’ junto a Margarita ”La Diosa de la Cumbia”.

Como productor, ha dejado una marca indeleble al colaborar con grandes estrellas de la música en español, incluyendo a Yuri, Luis Miguel, y Ricky Martin, logrando más de un millón y medio de copias vendidas con sus remixes. Esta capacidad de adaptarse a nuevos sonidos y tecnologías, sin perder su esencia, es una de las razones por las cuales ha mantenido su relevancia a lo largo de las décadas.

Castillo también ha demostrado su talento detrás de los decks como DJ, donde su dominio de géneros como el House y el EDM lo ha llevado a presentarse en festivales de renombre como el EDC y el Medusa Festival en México. Su sello discográfico, DCM Records, es un reflejo de su visión y su compromiso con el crecimiento de la música independiente en el país.

La entrevista con Andrés revela una mente inquieta y una pasión inagotable por la música, siempre en búsqueda de aprender y colaborar con nuevas generaciones de artistas. Su enfoque humilde y pragmático lo mantiene a la vanguardia, mientras sus reflexiones sobre el oficio muestran una profunda conexión con el arte de hacer música.

Tú has hecho y has sido parte de bastantes clásicos desde hace muchísimos años, ¿Crees tú que existe una fórmula para hacer clásicos?

Sí, fíjate que es muy chistoso porque no tengo una fórmula. Yo creo que es algo muy padre que siga existiendo ese factor sorpresa en la música. Hay un compositor que admiro mucho, que se llama Max Martin. Max Martin es el productor y compositor contemporáneo con más hits. Ha hecho canciones para Backstreet Boys, NSYNC, entre otros. Búscalo para que veas quién es.

Todo el mundo ha intentado descifrar cuál es su fórmula para los hits. Muchos dicen que llega al coro antes del minuto, que el coro tiene elementos repetitivos o dos melodías. Empiezan a analizar todo. Pero, desde mi experiencia, creo que no hay una fórmula. La verdadera fórmula es trabajar y estar siempre pegado a tu oficio, que en nuestro caso es la música, y esperar que la inspiración, como decía Picasso, te agarre trabajando. Porque si me agarra de fiesta o bobeando, seguramente no podré hacer nada que valga la pena con esa inspiración que me llegó, ¿no?

Antes andaba por todos lados con mi pequeña grabadora de cassette. Venía en el carro, se me ocurría una melodía y la grababa. Una vez, estaba produciendo un disco para unos chavos llamados Chicos de Barrio, que sacaron un clásico para una caricatura de principios de los 2000 llamada Mucha Lucha. ¡Mucha Lucha, Mucha Lucha! (comienza a cantar)

 Yo produje un disco para ellos, y ya llevábamos tres semanas en el estudio sin que saliera nada, nada que nos conectara. Llegué al hotel a las dos o tres de la mañana y de repente me desperté: “Psycho, cumbia, lunático, demente, no la puedes parar”. Me levanté, agarré el teléfono y grabé esa parte. Me metí a bañar para que no se me olvidara. Fui al estudio, pedí que me pusieran tal sintetizador, y fue el sencillo del disco. Entonces, tiene muchísimo que ver con que te agarre trabajando, con ser capaz de adaptarte a lo que va sucediendo.

Como bien dices, vengo de la vieja escuela, de producir de otra manera. Muchos de mis compañeros se han quedado estancados en que “esto es lo que funciona y hay que hacerlo así”. Pero esto es flexible, tu mente tiene que ser elástica para adaptarse a las nuevas cosas, para evitar el hueco generacional. No debes creerte que sabes todo, ni pensar que en tu tiempo todo era mejor. Todos los tiempos son diferentes. A mí me gusta mucho aprender, y creo que esa es mi mayor virtud. Puedo sentarme con un productor de 20 años, que podría ser mi hijo, pero me gusta aprender de él y compartir.

Cuando trabajo para un artista, no llego con mi currículum en mano. Me pongo al servicio de la música y de su proyecto, porque nada es más grande que el proyecto, ni siquiera el artista. Eso es lo que me ha ayudado a atinarle. Desde que empecé como bailarín, me decían que el baile urbano no iba a funcionar en México, pero me aferré y marcamos una época como bailarines. Después, con Caló, me decían que el rap no iba a funcionar en México, y en las disqueras tampoco lo creían. Incluso hice un disco que hablaba de eso, y al final funcionó. Pero todo es cuestión de perseverar. Soy Tauro, terco, terco, terco. (risas)

En la música, algo siempre tiene que suceder, ya sea bueno o malo. ¿Cómo influye este enfoque en tu manera de afrontar los desafíos de la industria y en lo que consideras tu verdadera aportación a la música, más allá del éxito o reconocimiento?

Claro, yo creo que es muy importante. También les digo a los chavos que van empezando: háganse una pregunta bien honesta. No piensen primero en qué les va a dar la música, porque muchos entran a la música y ya están soñando con comprarse las cadenas más largas, el carro más rápido y estar rodeados de las mejores mujeres. Eso es estarle pidiendo a la música, ¿no? Más bien, siéntate y pregúntate: “¿Tengo algo para darle a la música? ¿Yo qué le voy a aportar a la música?” Creo que desde esa perspectiva todo empieza a cambiar, porque nosotros, en 100 años, nadie se va a acordar de lo que hicimos.

Y 100 años en la historia de la humanidad no son nada, es un suspiro. Vendrán otros, y quién sabe cómo será la música en el futuro. Quizás ya sean sonidos visuales, no sé en qué terminará. Pero lo que es cierto es que nosotros nunca seremos más grandes que la música.

Somos parte de una comunidad que lleva cientos de años haciendo música, y somos el resultado de ellos. Lo único que hacemos es continuar con ese oficio. Muchos de nosotros tenemos la bendición, y yo me siento inmensamente bendecido, de haber sido parte de momentos específicos en la historia de la música. Y eso es todo. Pero de ahí a pensar que existe una fórmula o que uno es más grande que la música, no lo hay. Al menos, para mí, no lo hay.

Hace un momento mencionabas que te pones al servicio de los artistas con los que trabajas. ¿Dirías que tienes un perfil específico de artista con el que disfrutas más colaborar?

Sí, completamente. En un estudio que tenía en México, puse un letrero afuera que decía: “Antes de entrar, deposita tu ego aquí”. Curiosamente, luego descubrí que Quincy Jones hizo algo similar cuando grababan ‘We Are The World’, pero yo lo hice por intuición. La gente se reía y rompíamos el hielo. Para mí, el artista con el que más disfruto trabajar es aquel que no compite ni conmigo como productor ni trata de tener siempre la razón, sino que está al servicio de su proyecto, que es humilde y trabajador, pero también defiende su punto de vista. A veces se confunde la humildad con la falsa modestia, esa en la que alguien te dice: “Qué bueno eres”, y responden de inmediato: “Ay, no, tú también”, como si no pudieran aceptar un cumplido. Si eres bueno, acéptalo y abrázalo, porque te ha costado trabajo serlo. No tiene nada de malo reconocerlo.

Lo que no ayuda es cuando un artista viene con ego, jugando a ser estrella solo por sus números. Aquí, en el estudio, somos dos humanos buscando conectar con alguien allá afuera, y cuando un artista tiene ese perfil de apertura y autenticidad, yo los amo. Me entrego por completo a su proyecto y trato de hacerlo lo mejor posible. Porque gente talentosa que canta bien hay muchísima, especialmente en México. Les digo a los americanos: en México todos bailamos, cantamos y echamos relajo. En la mayoría de las casas hay una guitarra, alguien que canta, o alguien que baila. El talento está ahí, pero lo que realmente distingue a los que avanzan es la constancia, la disciplina y la humildad.

Algo que me da mucho gusto ver en esta generación es que son más abiertos. Antes, un rapero colaborando con un reguetonero era impensable. Yo tenía un programa en Telehit llamado “El Quinto Elemento” y cubría batallas de gallos, que en ese entonces eran pequeñas. Recuerdo que una vez, unos hip hoperos casi me golpean porque yo era un reggaetonero. Era una mentalidad muy cerrada. Pero hoy ves a MC Davo colaborando con El Malilla, o a otros haciendo mezclas como merengue, y eso es lo que se tiene que hacer: abrirse a nuevas ideas y colaboraciones.

Hablando de aprendizaje, creo que la música inevitablemente te enseña mucho, especialmente si tienes la mente abierta, como mencionabas. Pero, ¿consideras que es necesario estudiar en una institución educativa, como una universidad, para dedicarse a la producción musical, o crees que hay otras maneras igual de válidas para aprender?

Depende, todos tenemos formas diferentes de aprender, lo importante es aprender. Lo esencial es llegar al objetivo, como sea que lo hagas. Es como llegar al cielo, ya sea que llegues como musulmán o como judío, al final es lo mismo. (risas) 

En la música es igual. Tal vez a ti te funcione el camino académico porque tu estructura mental lo pide, pero hay otros que somos más rebeldes, más espíritus libres, y la idea de tener que estar en clases de ocho a nueve no nos cuadra. Ninguna de las dos opciones está mal. Lo que sí está mal es no querer aprender. Por ejemplo, si un chavo tiene éxito pero su afinación no es perfecta y vive usando autotune, si la vida te está bendiciendo con millones de reproducciones y buena economía, entonces contrata a un buen maestro de canto para que tu próximo disco sea aún mejor.

Eso es lo importante. Pero no estoy diciendo que se metan al conservatorio a estudiar ópera para cantar reggaeton, porque eso no tendría sentido. Lo que no debes hacer es conformarte ni quedarte en la mediocridad. La mediocridad es lo que ocurre cuando no estudias, y estudiar no necesariamente significa ir a la escuela. Yo, por ejemplo, no terminé la preparatoria, pero toco cuatro instrumentos, hago música y soy ingeniero de audio, todo de manera autodidacta.

He tenido la fortuna de cruzarme con gente muy preparada que ha visto mi hambre por aprender. Soy como un niño: cuando algo me interesa, me dedico a leer, investigar y preguntar hasta resolverlo. Eso me ha funcionado muy bien. Así que sí, hay que estudiar si quieres mejorar, pero la competencia hoy es más fuerte que nunca. 

A muchos de mi generación les cuesta adaptarse a la tecnología, pero yo estoy al tanto de los últimos softwares y plugins. Si algo me sirve, lo uso, y si no, lo dejo. Lo importante es estar preparado, pero no necesariamente en una institución. Y solo para redondear la idea, la palabra educar viene de la raíz latina educo, que significa “extraer de adentro”. Así que, realmente, una persona educada es aquella que saca de su interior ese conocimiento y lo pone en práctica. Por eso también es clave desarrollar esa capacidad.

Veo que la música ha sido una parte fundamental en tu vida y, por lo que mencionas, parece que te ha brindado muchas experiencias y aprendizajes e incluso se nota que eres una persona feliz. ¿Cuál dirías que ha sido el mayor regalo que la música te ha dado a lo largo de tu carrera?

Qué buena pregunta. Es que son muchos los regalos que me ha dado la música.

Me ha permitido soñar y cumplir cada uno de mis sueños a través de ella. Me ha dado la oportunidad de llevar el sustento a mi familia de una manera digna. También me ha permitido trascender generaciones; puedo hablar contigo o con alguien mayor que yo, y la música es el lenguaje que nos conecta.

Otro regalo es el atrevimiento. La música me ha enseñado a atreverme a hacer cosas diferentes. Muchas personas desean hacer algo nuevo, pero no se animan por miedo. La música, en cambio, te enseña a aprender de tus errores, porque no todas las canciones son un éxito. 

Te podría mencionar cuatro o cinco canciones que he tenido la bendición de que sean éxitos, pero no he hecho solo esas. Tengo un catálogo de más de 140 canciones y solo cuatro o cinco han pegado. Entonces, si lo piensas, he fallado más veces de las que he acertado, pero la satisfacción cuando aciertas es tan grande que te impulsa a seguir intentando.

Así que no puedo nombrar un único regalo, pero el poder soñar, visualizar una idea y luego transformarla en música es increíble. Es como sentir algo, poner mis manos en un piano y hacerlo realidad. Es como cuando una canción como ‘Vaquero’, sigue siendo bailada por gente de todas las edades; eso es indescriptible. Tendría que poner una pantalla en mi mente y corazón para mostrar lo que siento. 

La música es mi vida, es mi compañera. Mi esposa a veces me pregunta si no me canso de escuchar música, porque vengo del estudio y sigo oyendo música en casa, en el gimnasio, cuando me baño. Y hasta cuando estamos buscando algo para ver, sugiero un especial de música, pero ella ya quiere ver otra cosa. Yo no puedo vivir sin la música.

Tras el éxito viral de su sencillo ‘Vaquero’ (con más de 17 millones de reproducciones digitales), Andrés Castillo y La Dinastía reúnen a algunos de los artistas más destacados de la nueva escuela del género para un remix poderoso y explosivo. En esta nueva versión, se destacan los versos de Bellakath, El Malilla y El Bogueto, junto con la producción de Andrés Castillo, creando un junte icónico. Este remix rinde tributo a la vieja escuela del reggaetón mexicano, mientras celebra el talento y la energía de la nueva generación.

Escucha a continuación ‘Vaquero – Remix’:

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