Crónica: Keane en Lima 22.11.19

Crónica de un lugar que solo nosotros conocimos.

Inefable se refiere a todo aquello que no puede ser dicho, explicado o descrito con palabras. Solo aquel adjetivo puede esbozar algún atisbo del resplandor de emociones que nos regaló Keane en su regreso a Lima. La noche del 22 de noviembre del 2019 quedará en la retina de todos los espectadores que tomaron lugar en el Parque de la Exposición. Un concierto cuyo deleite fue un repertorio de canciones producto de una miscelánea entre los temas clásicos y su nuevo disco “Cause and Effect”. Sin duda alguna, unos grandes exponentes del rock alternativo británico nos trasladaron por aproximadamente 2 horas, a un lugar que solo nosotros conocimos.

Keane marcó mi año de manera inesperada. Si bien soy un fan acérrimo de su música desde sus inicios (“Hopes and Fears” y “Under The Iron Sea”), su regreso a los escenarios después de 7 años de separación fue algo totalmente imprevisto, súbito y repentino. Es más, la nueva producción discográfica hace referencia a toda la carga emocional que Tim Rice-Oxley, pianista y compositor principal de la banda, sufre tras su ruptura amorosa y posterior divorcio. En tiempos complicados, cuando los problemas detonan y nada parece tener solución, escuchar la melodía y letra de “Cause and Effect” te hace sentir en las entrañas que no estás solo. Sabes que alrededor del mundo hay personas como tú y como yo, escuchando la música de nuestra banda favorita, buscando una antalgina a los dolores agudos de la vida.

Aquella razón fue la detonante de una decisión complicada semanas antes del concierto: comprar boletos con la taquilla agotada. Gabriela, mi mejor amiga, me encomendó la mayúscula labor de buscar entradas que eviten precios exorbitantes. Por maravillas del destino, una señorita revendía un par de boletos prácticamente al mismo precio de la boletería. Juntando ahorros y cobrando algunos favores, la actividad más complicada ya estaba solucionada. Sí, teníamos las entradas.

Mi cuenta regresiva al concierto no fue precisamente la más añorada. Noviembre es un mes complicadísimo para todo estudiante universitario que necesita cerrar el semestre con las notas aprobadas. El jueves 21 de noviembre, mientras el club de fans recibía al cuarteto con una estruendosa y jubilosa bienvenida en el aeropuerto Jorge Chávez, yo me las ingeniaba para presentar 4 trabajos finales en menos de 6 horas. En los minutos que podía darme un respiro, observaba en mi celular las fotos de mis ídolos con algunos fans que se atrincheraron en la puerta de “Salidas Internacionales”. Mi expectativa crecía cada vez más y comenzaba a impacientarme. No veía momento de acabar con los prolíficos deberes para dedicar mi mente a imaginar los riffs en el piano de Tim Rice-Oxley o la gran voz de Tom Chaplin en las notas altas. No obstante, la pesadilla continuaba horas antes del concierto. Una práctica calificada y un trabajo final que exigió mucho más tiempo de lo planeado, me robaron el momento del almuerzo y algunas horas de sueño ¡Qué decir! Mi cuerpo estaba completamente cansado. No importaba, Keane lo valía y lo mejor recién estaba por comenzar.

A pesar de llegar tarde a nuestro encuentro, Gabi y yo nos enrumbamos desde Los Olivos al Cercado de Lima con unas 3 horas de anticipación. Entre risas y conversaciones fuera de contexto, hicimos una parada en el Centro Cívico para poder cenar. La emoción aumentaba con cada segundo que transcurría y mi piel empezaba a erizarse. Sabíamos que el momento estaba cada vez más cerca.

Una vez terminada la cena, partimos directamente al Parque de la Exposición. No puedo mentir, mientras más nos acercábamos al lugar exacto del concierto, mi corazón palpitaba cada vez más y más fuerte. Luego de cruzar las puertas de control y mostrar nuestras entradas, por fin estábamos en frente del escenario. ¿Cómo me sentía yo? Simplemente estaba anonadado. Por un momento creía estar soñando. No sabía qué decir o hacer. Así que, mientras mi mejor amiga compraba algo, yo sencillamente seguía apreciando el escenario, valorando todo el esfuerzo que hice para poder estar presente en el lugar donde tocarían mis ídolos ¿Qué más pedirle a la vida?

Mientras la espera se hacía más larga que el tiempo de separación de Keane, llegó el turno de Plutonio de Alto Grado como teloneros del concierto ¡Qué talentazos! Calentaron la noche con temas muy buenos como “Mailén”, “Flaca Psicodélica” y su más reciente single “Siempre Fuiste Así”. Una muestra clara de que la música alternativa en nuestro país tiene sustento.

La espera llegaba a su fin. A las 9pm, el juego de luces y los reflectores daban un maravilloso presagio de lo que sería una fantástica noche. Tom, Tim, Jesse y Richard salían al estrado ante un público totalmente apasionado que no dejó de cantar, gritar y saltar durante la primera canción: “Disconnected”. Tal como lo indica el título de la misma, me desconecté de este mundo y me perdí en el impresionante talento musical de este cuarteto británico. Me pude dar cuenta que la voz de Tom Chaplin suena mucho mejor en vivo y se conserva de manera impresionante a pesar de los años. Así mismo, Tim Rice-Oxley vive cada nota musical de una manera muy pasional e intensa, haciendo derroche de su sensacional talento en los teclados. Por otro lado, Jesse Quin impacta con su sobriedad sobre el escenario, marcando cada nota del bajo que parece ir al compás de los latidos del corazón. Ni qué decir de Richard Hughes, un reloj perfecto que marca el tiempo de todo. ¿Y yo? Yo sentía que estaba en el tiempo y lugar correcto.

Turno de “Bend and Break” para aumentar aún más la euforia. Mi mejor amiga y yo nos volvimos locos y empezamos a gritar la letra a todo pulmón sin importar las numerosas desafinaciones. Empiezo a alucinar que soy Tim, y muevo las manos sobre una especie de piano imaginario que sigue el riff de la canción.

Tom conversa con el público peruano, haciendo referencia al terrible tráfico y a los fans que acamparon 11 días antes del encuentro. Sorprendido por tanto afecto, Chaplin agradece una y otra vez todas las muestras de cariño, prometiendo una noche donde entregarían absolutamente todo en el escenario.

“Silenced by the Night” realizó lo opuesto al título y continuó encendiendo al público. “Phases”, por otro lado, introducía su reciente disco al concierto. ¿Emociones suficientes? “Everybody’s Changing”, mítico himno de una generación, hacía corear a todo el Parque de la Exposición con la canción más distinguida del cuarteto de Bexhill. El público se sumergió en voz viva a entonar la letra de manera unísona, causando uno de los mejores momentos de la noche.

público. “Spiralling” y “Perfect Symmetry” giran el rumbo del concierto a una mezcla de sonidos más frescos y experimentales, productos de un álbum que en su momento fue ácido a las críticas. No obstante, en lo personal, uno de mis favoritos.

Antes de continuar con la siguiente performance, Tom pide a los asistentes que iluminen el lugar con sus celulares. Y así fue. “She Has No Time” devuelve en su letra y ritmo, la melancolía y tristeza profunda que hace referencia a aquellas épocas en las que Tom no podía conseguir enamorada.

Punto seguido a la melancolía. A partir de aquí, vino la verdadera montaña rusa de emociones con una seguidilla de mis canciones favoritas. “You Are Young” se percibe como un consejo casi imperativo, para aprender a valorar las etapas de la juventud y darse cuenta que queda toda una vida por delante para hacer lo que uno más quiere. Mi punto máximo de éxtasis llegó a continuación. “A Bad Dream”, mi canción favorita, tomaba lugar en el escenario y mi percepción de la realidad voló hacia un sueño que, por el contrario, era todo bueno. Seguidamente, la banda vuelve a su última producción discográfica con “Love Too Much”, la cual contiene una de mis frases favoritas: “For a moment I was all that you could see, for a moment I was all that I could be”

Turno de “This is the Last Time”, una hermosa rola de los inicios de la banda, que vuelve a desatar la euforia. Cuando se creía acabada la melancolía, “Bedshaped” catapultaba mi alma y me emocionaba hasta las lágrimas. Por otra parte, “The Way I Feel” rememoraba en mi cabeza aquel 6 de junio del 2019, cuando desperté por la mañana y me di con la grata sorpresa de que Keane había vuelto con ese precioso single.

Un punto aparte para nombrar a otro himno que marcó generaciones: “Somewhere Only We Know”. Está demás decir que fue la canción más cantada por todo el público a voz viva. Quizá el momento colectivo más emotivo de toda la noche. Por unos minutos, Tom dejó el micro hacia el público y fuimos nosotros parte de ellos. Un coro que retumbó el Cercado de Lima y estuvo a la altura de tan sensacional presentación.

La banda se retira para cargar energías y darnos un pequeño respiro. Cuando creíamos que las emociones ya habían sido suficientes, la banda regresa para el encore. Tom apunta hacia un cartel del público que presagia la siguiente canción en ser tocada. Es más, entre la multitud logra identificar a la autora de tan bella obra de arte. De pronto, Chaplin anuncia que llega el momento de “Chase the Night Away” y se lo dedica a la señorita que tuvo la molestia de pedirla entre tanta gente. Nunca sentí tanta envidia sana.

La presentación cierra con dos performances impecables: “Crystal Ball” y “Sovereign Light Café” dan la estocada final a una noche de mil sensaciones. Entre fotos, risas y conversaciones post-concierto, mi acompañante y yo agradecemos a la vida por tan magnánimo regalo. 

En mi cuarto yace un póster del concierto pegado en la pared. Sin embargo, la remembranza más importante perdurará por siempre en mi memoria; ya que aquella noche por unas horas, 8 mil personas nos transportamos a un lugar que solo nosotros, los fans de Keane, conocemos.

Fotografìa por Cristian Curi:

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