The Beths: “La mente escucha las letras, pero el cuerpo necesita sentir la música” [ENTREVISTA]

The Beths regresan con un disco que redefine su identidad: menos ruido, más claridad. Elizabeth Stokes conversa sobre escribir sin forzar las canciones, la vulnerabilidad y el poder de no tener todas las respuestas.

Desde su debut, The Beths han encontrado belleza en la contradicción: canciones que suenan luminosas pero duelen, letras que se ríen del colapso emocional mientras lo narran con brutal sinceridad. En Straight Line Was A Lie, su nuevo álbum, esa tensión alcanza un punto de quiebre. Lo que antes era ironía y velocidad ahora se convierte en contemplación; el ruido se abre espacio a la calma, y Elizabeth Stokes —voz, guitarrista y núcleo emocional del grupo— se permite escribir desde un lugar más incierto, más humano.

El disco nace de una crisis creativa. Después de años de giras, expectativas y un reconocimiento creciente, Stokes se enfrentó al silencio: la imposibilidad de escribir, la sensación de estar desconectada de su propia voz. En ese vacío encontró una forma distinta de expresarse. Abandonó la búsqueda de la perfección y comenzó a escribir sin propósito aparente, llenando páginas cada día hasta que la música volvió a aparecer. Ese proceso de desmontar y reconstruirse, tanto personal como artísticamente, atraviesa cada línea de Straight Line Was A Lie.

Aquí, The Beths no intentan sonar más grandes ni más brillantes; su ambición es otra. Las guitarras siguen siendo punzantes, pero hay aire entre los acordes. La alegría sigue ahí, aunque más desgastada, como si hubiese aprendido a convivir con la tristeza en lugar de negarla. Es un álbum que suena a madurez sin solemnidad, a una banda que se observa a sí misma con distancia, pero también con ternura.

Hablamos con Elizabeth Stokes sobre esa reconstrucción creativa, los silencios que inspiraron el disco y la libertad que llega cuando una deja de forzar las canciones. En esta conversación, Stokes reflexiona sobre la ansiedad, la dulzura y la extraña alegría que se esconde en cada ruptura interna —la materia prima con la que The Beths siguen escribiendo su propio equilibrio entre caos y claridad.

Estamos aquí por el lanzamiento de tu nuevo álbum Straight Line Was Alive. Siento que es un disco muy introspectivo. ¿Cómo rompiste con tu proceso habitual de composición para dar forma a estas canciones?

Sí, hice algo un poco diferente. Normalmente, en los discos anteriores —bueno, solo he hecho dos, así que no es una gran muestra—, solía escribir tantas canciones como pudiera y luego elegía las mejores. Esta vez hicimos algo similar, pero pasé mucho más tiempo escribiendo. Durante un tiempo escribía diez páginas al día, simplemente escribía, porque me estaba costando componer canciones.

Eso me llevó a examinar muchas cosas en las que antes no me gustaba pensar. Luego, cuando sí lograba escribir canciones, hacía algo distinto: terminaba una maqueta y la dejaba guardada, sin volver a mirarla por seis semanas, mientras seguía escribiendo más.

Después de esas primeras seis semanas, volvía a la primera canción que había hecho. Era como hacer segundas versiones, revisarlas con oídos frescos. Normalmente, cuando escribo una canción, estoy tan emocionalmente involucrada que me cuesta ver de qué trata realmente. En el segundo borrador me preguntaba: “¿Qué intenta decir esta canción? ¿Lo está haciendo bien?”. Entonces ajustaba cosas o cambiaba la letra y creaba una segunda versión.

Suena como un proceso desafiante. ¿Pudiste disfrutarlo?

Sí, lo disfruté. De hecho, tengo ganas de volver a escribir. Tal vez no pueda hacerlo hasta principios del próximo año, porque estaremos de gira sin parar. Pero es un verdadero privilegio poder escribir así, tener el espacio para hacerlo. No lo doy por sentado y espero con muchas ganas volver a hacerlo.

Es como volver a ejercitar un músculo: al principio cuesta, luego se oxida un poco, pero vale la pena.

Totalmente. Es difícil, pero muy satisfactorio al mismo tiempo.

Sí, lo extraño mucho.

Has hablado sobre las dificultades de escribir después de empezar a medicarte, pero también mencionaste que te sentiste más libre, como una experiencia terapéutica. ¿Crees que eso se refleja en este nuevo álbum? ¿Cómo es tu relación con la creatividad hoy?

Sí, creo que todo el proceso se refleja en las canciones. Recuerdo cuando recién comencé con la medicación: esa voz ansiosa que siempre estaba ahí, y que se había intensificado últimamente, simplemente desapareció. Se volvió muy silenciosa, y eso fue genial. Pude reconstruir una rutina y recuperar el control de las cosas.

Recuerdo andar en bicicleta y escribir el coro de ‘Till My Heart Stops’ en mi cabeza. Y también recuerdo, después de un año y medio de tomarla, que esa sensación de estabilidad empezó a sentirse como una especie de adormecimiento. De eso trata ‘No Joy’: de ese sentimiento en el que no estás triste, pero tampoco feliz. Me sentía desconectada de mí misma, porque soy una persona muy emocional, y estar separada de esas emociones se sintió existencial.

Muchas reseñas describen tu trabajo como una mezcla de alegría y tristeza envuelta en canciones pop pegajosas. ¿Qué piensas de eso? ¿Cómo encuentras ese equilibrio? ¿Y cómo influye en el sonido del álbum más que en las letras?

Creo que eso siempre ha sido parte de la “receta”. Para mí hay una catarsis al escribir sobre cosas que no suelen ser felices —son complicadas o tristes—, pero también hay una catarsis en hacer la música, en tocarla. Es un tipo distinto de liberación.

Para algunos, esa catarsis puede ser hacer música bailable; para mí, ha sido tocar música con guitarras, rápida, casi punk, que me haga sentir euforia. Es como si la mente escuchara las letras, pero el cuerpo necesitara sentir la música.

En este álbum, esa esencia sigue ahí, pero ya no es tan frenética ni tan ruidosa. Todavía hay canciones así, pero también dejé que las emociones estuvieran más al frente, más tranquilas y palpables.

¿Y tus influencias? Tal vez no conscientemente, pero ¿recuerdas qué artistas escuchabas durante la grabación?

Sí. Para cada canción había varias referencias, a veces solo en el ambiente o en la sensación. Recuerdo que escuchábamos Salad Boys para la canción principal; para ‘Take’ teníamos a The Wax Shadows, una banda amiga de Nueva Zelanda. Escuchamos mucha música neozelandesa: Crowded House, The Sundays, Fur Patrol, The Mutton Birds, Pixies, The Veronicas… En cada tema íbamos tomando pequeñas piezas de todo lo que sonaba a nuestro alrededor.

Y mientras se preparan para su gira mundial más grande hasta ahora, ¿cómo va eso? ¿Están emocionados? ¿Qué podemos esperar?

Sí, estamos emocionados. Tuvimos unas ocho semanas en casa solo para ensayar. Es la vez que más preparados nos hemos sentido. Ahora tocamos las diez canciones nuevas en el set, además de las antiguas.

Hicimos dos conciertos de lanzamiento en Estados Unidos como prueba, y sentimos que el show tiene un ritmo diferente ahora: más dinámico, con espacios, no solo esa energía continua que solíamos tener.

¿Cómo describirías tu conexión con el público?

Creo que, para mucha gente, la relación con la música tiene que ver tanto con el artista como con lo que estás viviendo en ese momento. Hay discos que se te pegan al alma porque te ayudan a atravesar algo difícil: una ruptura, una etapa dura. Y cuando los fans me dicen que nuestras canciones los ayudaron así, eso me conmueve, porque es exactamente lo que la música ha sido para mí.

¿Hay algún lugar al que irán en esta gira por primera vez?

Entre ahora y fin de año, no muchos. Estaremos en Norteamérica, Europa y Reino Unido. En Francia iremos a Tourcoing, donde nunca hemos tocado, pero está cerca de otra ciudad donde sí estuvimos. El próximo año esperamos visitar lugares nuevos: nunca hemos tocado en México, Sudamérica ni en muchas partes de Asia, y eso es importante para nosotros.

Investigué también que te gusta coser. ¿Diseñas tu propia ropa o lo aplicas de alguna manera a tu identidad artística?

¿Cómo supiste eso? (risas) Sí, me gusta coser. Empecé en la escuela y retomé en la pandemia. Tristan (del grupo) es muy bueno con los autos, Jonathan con la electrónica y Ben con la carpintería. Sentía que todos serían útiles en un apocalipsis, así que pensé que debía perfeccionar mi habilidad (risas).

Hice una camisa que usé para nuestro Tiny Desk, y ahora lo uso más para ajustar o reparar ropa. También fabriqué un par de estuches para pedales para Jonathan y para mí, porque viajamos mucho y necesitamos mantener todo ligero.

¡Qué genial! Me encanta cuando los artistas combinan distintas disciplinas.

Totalmente. Creo que la gente interesante suele tener varios intereses. Aunque no los lleves todos al máximo nivel, conectar esas experiencias te hace más completo.

¿Cómo sería un ensayo típico para ustedes?

Siempre hay muchas tazas de té y café. (risas) Luego, charlamos un poco y empezamos a tocar. No tenemos director musical; somos bastante autodirigidos. Si alguien se equivoca, lo decimos y repetimos la parte. A veces ensayamos solo las voces con guitarra acústica, sin auriculares, porque coordinar el canto y los instrumentos es clave en la banda, y no todos venimos del canto profesional.

Después volvemos a tocar todo junto, muy enfocado. Si hay una transición floja entre secciones, la repetimos hasta que suene bien.

A todos les gusta el jazz. ¿Improvisan o hacen jams a veces?

Al principio queríamos separar totalmente The Beths del jazz que estudiamos: queríamos estructura, nada de jams. (risas) Pero Tristan aún toca jazz cuando vuelve a Nueva Zelanda, y a veces hacemos improvisaciones libres por diversión. En este álbum nos permitimos un poco más de eso, aunque seguimos siendo bastante estructurados.

¿Te gustaría hacerlo más?

Tal vez. Tenemos una canción, ‘Best Laid Plans’, con el tramo instrumental más largo que hemos hecho, y aun así sentimos que ya es mucho (risas). Pero sí, me gustaría intentarlo más.

¿Qué planes tienen para el resto del año? ¿Compondrás durante la gira?

Me cuesta mucho escribir estando de gira. Toda la energía se centra en eso. Así que planeo retomar la composición cuando termine el tour en diciembre. Lo extraño.

Por ahora solo tratamos de cuidarnos entre nosotros. Llevamos un solo concierto, pero en dos meses estaremos agotados (risas). Lo amamos, pero los viajes cansan. Después necesitaremos descansar y, en verano (de Nueva Zelanda), espero escribir de nuevo.

¿Tienen alguna meta pendiente, algo de su lista de deseos?

Sí, nos encantaría presentarnos en un Late Night Show, aunque muchos están desapareciendo. Pero sobre todo queremos tocar en lugares nuevos: México, Sudamérica, Japón, Taiwán, Filipinas… Hemos estado en Indonesia, que es importante para mí porque es uno de mis países de origen, pero aún hay muchos sitios que queremos visitar.

¿Cuál ha sido el lugar más increíble en el que han estado?

Difícil pregunta. Me sorprendió mucho Kraków, en Polonia, por su belleza. Recuerdo caminar por la ciudad, con castillos y edificios antiguos. Nueva Zelanda es un país joven, así que cuando veo lugares con tanta historia me fascina. Me hace querer aprender más sobre el pasado.

¿Qué te gustaría que la gente sintiera al escuchar el nuevo disco por primera vez o al verlos en vivo?

Bueno, son cosas diferentes. Cuando escuchan el disco, espero que encuentren una conexión. No quiero que piensen en mí, sino que el álbum los ayude a procesar algo propio, en su vida o en sus emociones.

Y en vivo, espero que suene bien (risas), que lo disfruten con la mente y el cuerpo, porque la música no es como la poesía: involucra todo tu ser, y ojalá puedan sentir eso.

 

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